Filosofía — 30 de abril de 2017 at 22:00

Respuestas de la filosofía a las crisis

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Respuestas de la Filosofía a la crisis

En una vida tan ajetreada como la nuestra, donde la palabra “crisis” se ha convertido en comodín para describir variados tipos de situaciones difíciles, encontrar propuestas que nos ayuden a conseguir soluciones siempre es alentador. La filosofía parece tener algunos recursos que no siempre tenemos en cuenta.

Observa este cuadro.
 La balsa de La Medusa es un icono del Romanticismo francés. Se trata de una gran pintura al óleo realizada por el pintor Théodore Géricault entre 1818 y 1819, y se conserva en el Museo del Louvre, París.

Respuestas de la filosofía a la crisis 1 la balsa de la medusa

Crisis son cambios bruscos, violentos, que cambian nuestra vida, ya sea personal y/o colectiva. Y es a estos cambios violentos a los que nos vamos a referir.
Volvamos al cuadro. Se trata de un drama por el hundimiento del barco llamado La Medusa, donde se salvaron unos pocos náufragos. Refleja a la perfección lo que es una crisis: estábamos tan tranquilos y seguros en nuestro barco y, de pronto, tras una fuerte tempestad, ya no existe el barco ni su seguridad, ni los proyectos y sueños que teníamos al embarcarnos… ahora se trata de sobrevivir.

 La filosofía aporta respuestas

Para mí, una definición sencilla de «filosofía» podría ser: «Una actitud vital e integradora, innata en el ser humano».

Actitud vital porque afecta a todos nuestros actos, íntimos y en colectividad.

Integradora porque es inclusiva y no excluyente, que busca la armonía y no el enfrentamiento: armonía con uno mismo, con los demás y con la naturaleza.

E innata en todos nosotros ¡porque tenemos MENTE!

Me refiero a la filosofía natural o tradicional, que parte de un principio: todos estamos conformados por dos fuerzas complementarias, espíritu y materia. El espíritu tiende a elevarnos, buscando lo más noble en cada uno y persiguiendo el ideal de unión; por ello es la raíz del altruismo. La materia tiende al estatismo y a la inercia, buscando la comodidad del yo o egoísmo. Son como dos anillos inseparables, donde la materia pende del espíritu, y allí donde ambas fuerzas friccionan es la psique, nuestra mente y emociones, que suele interpretar este roce como dolor, desconcierto, ira, etc.

Para esta filosofía natural, la clave está en poner la conciencia en lo espiritual y no en lo material, para que esta esté al servicio de lo más elevado. Como si el espíritu fuera el piloto y la materia, el vehículo: lo importante es el piloto que viaja para llegar a su destino.

Respuestas no son teorías sino «acciones inteligentes» que permitan mitigar los efectos de las crisis y encontrar una buena salida a las mismas.

 ¿Has observado en el cuadro las diferentes actitudes de los personajes? Se dice que esta pintura refleja las formas en que reacciona la gente ante las crisis: están los que se rinden y han perdido toda esperanza, situados en la parte inferior, ya muertos o dando la espalda y abatidos; los que tienen dudas pero aún confían, aunque carecen de fuerza propia y por eso imploran ayuda, en el centro, de rodillas y con las manos extendidas; y los idealistas, los luchadores, de pie e iluminados por el sol, agitando sus camisas (una es blanca inmaculada), sin temor a quemarse, luchando por todos y sin rendirse.

La filosofía natural propone tres pasos para salir de las crisis.
I.- Serenidad para reflexionar.
II.- Reflexionar para comprender.
III.- Comprender para actuar.

 Serenidad para reflexionar

Siendo el primer paso, es el más difícil, porque implica todo un cambio de actitud mental y emocional.

Para alcanzar un cierto grado de serenidad, lo primero es darnos cuenta de que tenemos que reaccionar… ¡de verdad! Para ello es imprescindible desarrollar la atención y poner en marcha nuestra voluntad.

A continuación tenemos que bajar la intensidad emocional: despersonalizar o des-subjetivizar. Quitarle hierro a los acontecimientos tratando de verlos de la forma más objetiva posible. Cuesta, pero sí podemos rebajarla. Quitarnos el victimismo del «¡Dios mío!, ¿por qué me pasa esto a mi?» y cosas parecidas. Si estamos muy alterados no podemos pensar con claridad.

Y tener serenidad es la base de la reflexión.

Reflexionar es «ver en profundidad», desde la profundidad de uno mismo, en nuestro interior, y en profundidad de las cosas y acontecimientos, más allá de sus apariencias. Es masticar las ideas, troceándolas con los dientes de la paciencia y ensalivándolas con la razón, haciendo que lo que es duro y pesado se vaya ablandando para poderlo «digerir».

Reflexionar para comprender

Comprender es digerir y asimilar. Una vez está en nuestro estómago, a un nivel más profundo de nuestro pensamiento, lo disolvemos con los jugos gástricos de la experiencia, propia o de otros, más la intuición que nos dice que todo tiene un sentido. Así le extraemos todo «su jugo», asimilando lo esencial y desechando lo accesorio. Y lo esencial es:

a) Reconocer que en la Naturaleza todo lo que afecta a la materia está sometido al cambio. Que toda crisis es material y, por tanto, está sometida a esta ley natural, la ley de los ciclos.
b) Percibir las características de cada crisis y qué la provoca. Si es por causas naturales, qué podemos hacer para prevenirla. Y si es personal o social, en cualquiera de sus facetas –económica, de salud, alimentaria, etc.–, veremos que el causante siempre es el ser humano; concretamente su falta de valores, la falta de humanidad por un exceso de egoísmo.

A mi entender, en el cuadro falta una cuarta forma de reaccionar, la de los filósofos.
 ¿Imaginas cuál puede ser?

c) Usar la experiencia para buscar soluciones: ¿qué podemos hacer? Tenemos dos opciones que se pueden dar a la vez: 1- Tratar de mitigar los efectos de la crisis, y/o 2- buscar una buena solución o salida a la misma.
Si hemos dicho que en las crisis personales y sociales la clave siempre es la persona, nosotros, la experiencia personal e histórica nos indica que toda salida de las crisis pasa por un renacimiento.

La palabra «renacimiento» está íntimamente relacionada con «renovación» y «renacer».

Respuestas de la filosofía a la crisis 2

Renovación personal, dejando atrás aquello que no nos sirve para avanzar, para volver a nacer un poco más sabios, más justos, más buenos e inteligentes. Del renacer de una parte significativa de la sociedad vendrá el renacimiento colectivo.

 Si aún no te has imaginado a los filósofos en el cuadro voy a darte una pista: ¡el verdadero filósofo es una persona de acción!

  Comprender para actuar

Para llegar al renacimiento, a través de la propia renovación y renacer, son imprescindibles dos cualidades, fruto de la comprensión: adaptabilidad e ideas claras y abiertas.

La adaptabilidad es lo contrario de la rigidez. Saber aprovechar las oportunidades que traen los cambios, sean estos suaves o violentos. Como el marino que sabe aprovechar los vientos.

Las ideas claras y abiertas, para seguir aprendiendo siempre. Tener convicciones, ideas firmes pero no rígidas. El marino sabe a qué puerto se dirige.

Estas dos características se resumen en una vieja enseñanza: «Vivir en el mundo sin que el mundo te atrape».

Otra regla de oro: «Jamás busques tu felicidad a costa de la felicidad de otros».

Algunas formas de actuar que la filosofía enseña:
a) En lo personal.
Recomendación general: «¡Nada en exceso!», busca el equilibrio y huye de los extremos.
– Con nuestro cuerpo físico. Cuidarlo básicamente, es nuestra herramienta y ha de funcionar bien. Atención a la salud sin obsesión. Armonía e higiene en el vestir, que no es ir de marca pero sí estético y siempre bien aseado. No gastar en cosméticos y cuidado personal más dinero y tiempo que el que empleamos en la cultura, acciones humanitarias y/o de caridad.
– Con nuestras emociones. No ser ni vulgar ni un esnob repelente. Tratar de controlar nuestro carácter para no provocar –ni provocarnos– más dolor del que ya hay en el mundo. Cuidar nuestras palabras y nuestro comportamiento, en público y en privado, tratando de que sean siempre lo más armónicos y diplomáticos posibles.
– A nivel mental. Ideas nobles, elevadas y firmes. Tener claras nuestras prioridades. Revisarnos periódicamente para evitar caer en el fanatismo, el egoísmo o la indiferencia.
– En lo espiritual. Creer en Dios de forma sana y natural, aprendiendo a ver Su presencia, primero en la naturaleza, y luego en el corazón de cada ser humano, incluido el nuestro. No presumir de ello pero tampoco negarlo. Ser naturalmente filósofo.
Como síntesis: unir a la estética de nuestro cuerpo las acciones bellas y eficaces y la ética y bondad de nuestra alma.
 El filósofo estaría remando y ayudando a todos, animando a los idealistas y a los que aún tienen esperanza de que les ayuden. Estaría aprovechando la experiencia de los que saben para orientarse por las estrellas y dirigirse lo antes posible a tierra firme… o a las rutas comerciales, si está en medio del océano. Y jamás dejaría atrás a nadie, aunque pierdan la esperanza.

b) En lo social o colectivo.
Ser filósofo e idealista siempre.
Buscar y exigir que toda política busque y aplique la justicia para todos, sin exclusivismos, y exigiéndole más a los servidores públicos, que deben dar ejemplo.
Buscar y exigir que toda ciencia esté inundada de conciencia, al servicio de la humanidad y no de unos pocos. Y que nos ayude a acercarnos al misterio de la vida.
Buscar y exigir que el arte exprese la belleza y nos ayude a encontrarla, siendo cada vez más armónicos y estéticos en todo.

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Y por último, buscar y exigir que todo lo que lleve el nombre de religión esté lleno de bondad y generosidad para todos, sin sitio para el orgullo de creerse el único y mejor, superior a los demás.

Regla de oro: jamás exigir a otro que haga lo que nosotros somos incapaces de hacer, o al menos intentar.

En resumen, como enseña el filósofo y profesor Jorge Ángel Livraga sobre cuál debe ser nuestra actitud en estos tiempos de cambios tan bruscos y acelerados, el buen filósofo es como el corcho, que por más que lo hundan siempre sale a flote porque nunca pierde su anhelo de aire y de cielo.

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