Naturaleza — 30 de noviembre de 2014 at 23:00

Nuestra vida y la del planeta: la memoria del agua

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El agua es el fundamento de la vida. Es el elemento más similar al disolvente universal buscado por los alquimistas. Todos los procesos bioquímicos se verifican en el agua y nunca sin el agua. Y si la biología y la química no pueden precisar con certeza qué es la vida, sí pueden afirmar inequívocamente que la vida, en nuestro presente esquema evolutivo, no puede desenvolverse sin agua.

Lo que está haciendo tambalear los cimientos de la ciencia materialista, renovando un paradigma ya caduco, son las demostraciones de esta propiedad tan peculiar del agua que es su memoria.

Algunos científicos, como ya antes filósofos y poetas, y como aún antes los Iniciados de las antiguas civilizaciones, conceptúan el agua no solo como el agente de la vida, sino como un ser vivo.

Debemos recordar que para la antigua alquimia, no solo el agua, sino los elementos están “vivos”. Como el lector de este artículo, como la estrella o como el mineral que palpita en las entrañas de la tierra. Pero ser vivo, estar vivo, es para esta antigua filosofía, ser receptáculo de la Vida Una. Platón menciona a la vida en la rosa, y no la vida de la rosa. Del mismo modo que los antiguos místicos tibetanos afirmaban la unidad del Yo con el Yo Universal y Eterno, el Yo Único, podemos expresar la identidad y unidad de la Vida Universal, que se manifiesta en envases infinitamente grandes o infinitamente pequeños. La Vida Una palpita en el universo y en el átomo, serpentea a través de las infinitas formas, dejando tras de sí una estela de luz. No existe la muerte para esta Vida Una; llamamos muerte al cambio que asume en sus formas.

Sabedores de esta vida presente en el agua, sabedores también de que la peor de todas las contaminaciones que sufrimos –después de la contaminación moral y psicológica, la contaminación de nuestros principios– es la contaminación de nuestras aguas, hay muchas investigaciones sobre la naturaleza de este divino principio y elemento que es el agua, muchos estudios que buscan cómo purificar el agua, cómo devolver la vida a un agua que muere; incluso cómo tratar el agua para hacer de ella un elixir de vida. ¡Ah!, si tuviéramos la vista penetrante y entusiasta del mago y del poeta, quizás viéramos en el agua el espejo donde se refleja no solo la vida, sino también el alma. Esta es, por lo menos, la visión de los magos y filósofos zoroastrianos y su decidido empeño en que las aguas se mantuvieran siempre puras.

La magia del agua en el cuerpo

Fisiológicamente, el agua circula por todo el cuerpo llevando oxígeno y nutrientes a todos los órganos y estructuras celulares; al mismo tiempo, recoge en suspensión los residuos y los lleva a los órganos responsables de su eliminación; lleva en disolución el anhídrido carbónico hasta los pulmones para ser intercambiado por oxígeno. Regula la temperatura corporal, depura el organismo, permite todas las reacciones químicas, incluidas las transformaciones de las sustancias para obtener energía. El agua mantiene la cohesión de los distintos bioelementos del organismo y permite el intercambio de sustancias entre células y tejidos. Mantiene la estructura y la arquitectura celular de nuestro cuerpo, une las estructuras fijas dentro de la membrana celular.

Su elevado poder dieléctrico la convierte en el medio de disolución ideal, ya que casi todas las sustancias orgánicas pueden disolverse en agua. Es el elemento más abundante en la composición del cuerpo humano, un 60% en el hombre adulto. De este, el 63% se halla en el interior de las células y un 37% en el exterior (líquido intracelular, 27%; agua trascelular, el 3% y el 7% de plasma).

En definitiva, el agua es el medio en el que viven todos los organismos, porque la materia viva (tal y como la considera ahora la ciencia) es un coloide que precisa del agua para conservar sus propiedades.

Si tal es su importancia, ¿por qué no valoramos más la pureza de nuestras aguas?, ¿por qué no ajustamos la actividad humana al ritmo del planeta en vez de depauperarlo y contaminarlo siguiendo los impulsos de nuestra locura?

Aún desconoce la ciencia cuál es el origen del agua. La teoría actual –en el momento en que esto escribo– es que proviene de los meteoritos, que la aprisionaban en su núcleo, y que era liberada en forma de vapor al golpear la Tierra naciente. Pero quizás esta sea parte, solo, de la verdad. No debemos olvidar la gigantesca burbuja de agua expandida del seno de una estrella, o el vapor de agua ligando, a manera de cordón umbilical, una estrella madre con su planeta; y tampoco, las tradiciones secretas tibetanas –recopiladas por la genial H. P. Blavatsky–, para quien el agua de la Tierra proviene de la Luna. Así se expresan en sus textos: “El Agua Madre, el Gran Mar, lloró. Ella se levantó, desapareció en la Luna, que la había levantado, que la había hecho nacer”.

Tampoco debemos olvidar el informe de la NASA, en mayo de 1997, respecto a unos cuerpos celestes semejantes a bolas de nieve, volando en grandes cantidades desde el espacio hacia la estratosfera de la Tierra: “Se cree que esta bola de nieve es un cuerpo celeste similar a un pequeño cometa, con un diámetro de aproximadamente 12 metros. Unos cuantos miles de ellos llegan volando diariamente, pero a medida que se acercan a la superficie de la Tierra se descomponen y convierten en parte de las nubes”.

El agua tiene memoria

memoria-agua-3Todos sabemos que la estructura molecular del agua es de dos átomos de hidrógeno unidos a uno de oxígeno. Y así viajan las moléculas de H2O formando el vapor de agua, que no se disocia hasta llegar a la temperatura de 1300ºC. Pero la estructura del agua-agua, es decir, en su forma líquida, es aún desconocida para la ciencia. Se sabe que las moléculas se unen en macromoléculas por enlaces muy poco estables, los llamados enlaces de puentes de hidrógeno, formando redes que se crean y disocian según el propio movimiento de las aguas y las influencias que reciben. Estas estructuras son los cluster, formaciones geométricas que tienen la capacidad de retener, gracias a su poderosa plasticidad, todos los patrones vibratorios de las sustancias que entran en contacto con ellas. Este debe de ser, aunque no se conoce el mecanismo preciso, el fundamento de la llamada memoria del agua.

La memoria está harto probada en la eficacia misma de las flores de Bach o la homeopatía, disoluciones en agua que no tienen una sola molécula de la sustancia original diluida, y que mantienen sus propiedades terapéuticas.

Y no solo memoria, sino también una extrema sensibilidad a todas las vibraciones e influencias que recibe en su fértil seno: vetas metálicas, colores, la actividad de los microorganismos (bacterias, virus, hongos), radiaciones de todo tipo, plantas, el aura de las flores, e incluso, la luz y el sonido, ¡las emociones y pensamientos! Este es el asombroso descubrimiento de Masaru Emoto en las decenas de miles de fotografías efectuadas sobre el agua en el preciso momento en que se convierte en hielo. Como en la nieve, la conformación del hielo es en cristales con patrón hexagonal; pero en variedades infinitas. Tal y como demuestra en sus fotografías, no hay dos cristales iguales y todos ellos guardan una analogía anímica con aquellas vibraciones sonoras, emotivas, mentales y otras que se han proyectado en la misma.

Asombroso es también, como nos recuerda Masaru Emoto, que el ideograma chino que describe al agua sigue el perfil hexagonal de sus cristales. Deberíamos detener la atención en las enseñanzas de H. P. Blavatsky en su inmortal Doctrina Secreta: “Porque el sonido y el ritmo están estrechamente relacionados con los cuatro elementos de los antiguos; y porque tal o cual vibración en el aire, es seguro despierta los poderes correspondientes, y la unión con los mismos produce resultados buenos o malos, según el caso. Nunca se permitió a ningún estudiante recitar narraciones de hechos históricos, religiosos ni reales, con palabras que claramente los determinasen, para evitar que los poderes relacionados con tales sucesos pudiesen ser atraídos nuevamente. Tales acontecimientos se narraban tan solo durante la Iniciación, y todos los estudiantes tenían que registrarlos en los símbolos correspondientes, sacados de su propia mente y examinados después por su Maestro, antes de ser definitivamente aceptados. Así, paulatinamente, fue creado el alfabeto chino, del mismo modo que poco antes de este habían sido determinados los símbolos hieráticos en el antiguo Egipto”.

Se hace visible la conciencia almacenada en el agua

Masaru Emoto, con una cámara de refrigeración y un microscopio electrónico de campo oscuro ha demostrado, según expresa él mismo, que “el agua no solo almacena información, sino también sentimientos y conciencia”, y “toda la información que alberga la estructura se hace visible cuando se fotografía una sola gota de agua en estado de congelación”.

Si las aguas son puras o no, determina si el agua cristaliza en bellas estructuras o que, simplemente no llegue a formar dichos cristales. Así, podemos hablar de un agua viva, estructurada, con la capacidad de guardar en la geometría de sus cristales las más armónicas ideaciones, y un agua “muerta”, desvitalizada, sin información y caótica en sus estructuras. El agua “muerta” es un agua contaminada, expuesta a todo tipo de sustancias nocivas o a estímulos negativos (pensamientos, emociones) que perturban su orden interno, quiebran su estructura cristalina y distorsionan su imagen, una imagen que, cuando pura, es la imagen misma de la diosa de la belleza y la fecundidad.

Lo terrible es que podemos estar “filtrando” el agua de impurezas, sales y microorganismos, pero no de estos “recuerdos de pesadilla” que han agotado su vida. O que podemos tratar con cloro, flúor y otras sustancias el agua, pero estos productos químicos quizás estén perturbando y aniquilando su armonía vital.

Es admirable la belleza de los cristales que forma el agua de manantial o los de las aguas fluyentes de los ríos descontaminados. Pero el agua de las grandes ciudades ya no forma cristales. Más terrible es aún detener la carrera del agua hacia el mar, su místico destino, para ser usada y luego otra vez potabilizada; usada de nuevo y otra vez inyectada con sus sustancias químicas… y así sucesivamente, sin percibir que esto es la muerte de lo que el agua verdaderamente es; y que solo se conserva así el cadáver de lo que antes estuvo vivo, sus moléculas de H2O.

Más sorprendente es comparar los bellos cristales del agua vivificada por las vibraciones de una sinfonía de Mozart, o la perfecta geometría de las Variaciones Goldberg de Bach, los “diamantes” que forma la Canción de despedida de Chopin o la estructura tridimensional –casi en forma de mandala– de un sutra del Tíbet con la descomposición que en el agua produce, por ejemplo, la música heavy.

Masaru Emoto ha escrito palabras (sin ningún tipo de carga anímica, pues los textos están en etiquetas escritas por un procesador de texto) y el agua reacciona ante la naturaleza de las palabras escritas. En cualquier idioma, la palabra que genera los más bellos cristales es “Gracias” y “Amor”.

Según Masaru Emoto, el agua también reacciona y asume el perfil o la forma cultural del nombre al que ha estado expuesta (nombre propio o palabra con significado) o ante las sustancias que ha llevado en disolución.

El cristal del agua con el nombre de la diosa Amaterasu, la diosa Sol, perfila con trazos maestros el espejo mágico, que es el principal atributo de esta diosa de la alegría y del arte.

El nombre del dios de la guerra –dice M. Emoto– de la actividad y de la fuerza espiritual parece evocar en los cristales de agua su dinamismo, pureza y la forma de su espada mágica.

La foto del agua de manzanilla parece dibujar en sus cristales la forma de la flor; y también los cristales de hinojo recuerdan al hinojo mismo. ¡Aunque en este asunto no debemos olvidar que la imaginación humana es muy poderosa y que es también muy fácil confundirla a las sombras de la fantasía!

En fin, nosotros no somos cultores del agua, sino en todo caso, de aquello de lo que el agua es símbolo, y hay que evitar caer en todo tipo de fanatismo o falta de cordura, así como quedarse petrificado en una rigidez escéptica.

No creemos haber, con este artículo, sino esbozado los misterios que el agua guarda, como mágico tesoro, en su henchido seno. Otros artículos divulgativos continuarán profundizando en su fértil regazo. Modificar nuestra actitud y comportamiento ante el agua puede modificar nuestra actitud ante la vida. Aunque quizás sea lo contrario más cierto: modificar nuestra actitud ante la vida, haciéndola más digna, nos impedirá seguir contaminando el agua, que es, según los místicos de siempre, el fértil espejo de la Naturaleza donde Dios se mira.

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