Naturaleza — 1 de febrero de 2009 at 19:31

Ser ecologista es cosa de ricos

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Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha. Víctor Hugo

No es ninguna novedad que está de moda ser ecologista. Nos bombardean con mensajes sobre conciencia cívica, la salud del medioambiente y buenas acciones que hay que hacer con los residuos…  Pero el día 7 de enero, después del paso de los tan anhelados Reyes Magos, el paisaje en las calles de nuestros pueblos y ciudades es desolador: cajas de cartón de juguetes y de aparatos de última generación invaden los contenedores de basura y puntos verdes. La cuestión ahora no es sólo  reciclar los envoltorios, sino intentar no generarlos.

La gran mayoría de grupos ecologistas están de acuerdo en esta cuestión: lo que importa no es sólo reciclar, sino por encima de esto no generar más residuos de los necesarios.

Un ejemplo actual de esto es que el gobierno está discutiendo el tema de las bolsas de plástico que nos dan en los supermercados, y una de las opciones que se barajan es hacer que los ciudadanos paguen por ellas. Estas bolsas se popularizaron en los años 70 y muchos establecimientos las entregaban gratuitamente a sus clientes. Son un transporte cómodo y a la vez anuncios ambulantes de un determinado comercio. Su composición es básicamente polipropeno, polietileno de baja, media o alta densidad (cuya fabricación se hace a partir de combustibles fósiles y emiten gases contaminantes) o polímeros de plástico no biodegradables.

Pero actualmente parece que por fin nos hemos dado cuenta del impacto medioambiental que representan estas bolsas. Se calcula que cada bolsa de plástico nos es útil durante unos 10 minutos, pero tarda en degradarse entre 100 y 400 años (según su composición). La gran mayoría de ellas acaban en los vertederos, liberando agentes contaminantes o en crematorios donde la combustión emite al aire toxinas nocivas para la vida. Y no debemos olvidar que todas estas bolsas de plástico, igual que otros productos de este material, también tienen efectos terribles en la fauna (delfines con amputaciones, tortugas con asfixia por enredarse con plásticos, pájaros…)

Los comerciantes y fabricantes de estas bolsas plásticas insisten en que las bolsas son reutilizables (sobre todo para almacenar basura domestica, orgánica y no orgánica), pero las asociaciones de ecologistas advierten precisamente que este uso (incluso de las que se venden para ello) provoca precisamente una serie de agentes contaminantes en vertederos y por extensión a la propia tierra. La postura de los ecologistas es clara: el mejor modo de reciclar bolsas plásticas es no fabricarlas. La mejor alternativa es usar carros, capazos o bolsas de tela que se pueden llevar cómodamente dobladas y no ocupan espacio. Pero aún se mira con sorpresa a los que no quieren las bolsas y los consumidores concienciados son los que han de decir que no se las den.

En una comunidad autonómica española de 6 millones de habitantes, en un año se generan más de 111.000 toneladas de bolsas de plástico. Si cada ciudadano español usa una sola bolsa al año tenemos una emisión anual de 117 toneladas de CO2 a nivel nacional; la cantidad es realmente alarmante.

La solución que se plantea desde el gobierno es hacer pagar por cada bolsa que utilicemos para que la ciudadanía se conciencie del problema, pero hay que tener en cuenta que el precio de las bolsas ya estaba añadido al precio de los productos. Es decir, el comprador paga más por las bolsas y aquellos que no las usan siguen pagando por ellas. El plan nacional de residuos propone fabricar bolsas “reutilizables”, más gruesas y resistentes, pero también de plástico, con lo que el problema sigue existiendo.
Nos encontramos aquí con el auténtico problema: si puedes pagar, puedes contaminar.

Otra fuente de contaminación muy importante es la emisión de CO2 que sale de los tubos de escape de los coches. Recientemente la Unión Europea ha acordado una legislación para reducir estas emisiones en los automóviles de nueva fabricación. Pero la actual crisis económica europea ha reducido multas y penalizaciones y también han retrasado objetivos que se habían propuesto para próximos años. La comisión europea tenía el objetivo de 130 gr/km para el 2012, pero lo ha retrasado al 2015 (así la industria automovilística puede seguir fabricando 3 años más coches contaminantes). También se ha marcado otro objetivo de 95 gr/km el año 2020, pero sin mención vinculante en los textos finales de los acuerdos.
Los ecologistas insisten en que en estos casos lo importante no es aumentar el precio de estos automóviles, sino evitar su fabricación y optar por otras fórmulas más viables para la naturaleza. El uso de carburantes biológicos no ha de incrementar el coste del usuario, lo que sí ha de tener un precio es contaminar. De nuevo nos encontramos con que si tenemos dinero podemos seguir contaminando.

Incluso fumar es contaminante (de nuevo un vicio cada vez más caro), no solo por el humo sino por los elementos contaminantes que genera una colilla: el filtro de un cigarro tiene la misión de almacenar aquellos elementos más tóxicos y nocivos. Pero precisamente por esto, al acabar en las calles, ríos e incluso el mar, sus efectos son devastadores. Una sola colilla contamina ocho litros de agua.

Y estos ejemplos son solo a nivel de calle. Los miles de empresas y fabricas en todo el mundo que vierten elementos tóxicos a ríos y mares no dejarán de hacerlo por más que se les multe (si pueden pagar la multa nada les impide seguir haciéndolo), a menos que se endurezcan las sanciones. Es decir que no basta con pagar una cantidad de dinero que para la mayoría de grandes empresarios no es realmente un esfuerzo, sino que según los grupos de ecologistas y científicos que hacen estudios al respecto, la solución pasa por otras vías como el cierre de fábricas contaminantes en primera instancia y la educación de la sociedad como modo de prevención para el futuro.

Así pues el reciclaje debería ser algo normal en nuestras vidas, pero por encima de esto debería estar la conciencia de no contaminar ni generar residuos innecesarios. Como explica Al Gore en su película “Una verdad incómoda”, hemos de hacer un cambio de mentalidad, de conciencia en referencia a estos temas y darnos cuenta que la Tierra no nos pertenece. Somos sus invitados y como tales no debemos ni podemos llenarla de porquería, ni siquiera si tenemos los medios económicos para pagar por hacerlo.

www.greenpeace.es
http://www.revistaciencias.com/publicaciones/EEyyEAFZupZibuACvg.php
http://www.soitu.es/soitu/2008/03/05/medioambiente/1204743043_614787.html

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