Ciencia — 1 de julio de 2013 at 00:00

¿Podemos fiarnos de la intuición?

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¿Existe la intuición? Y si existe, ¿siempre es fiable? Nos acercamos al tema tratando de averiguar qué es la intuición y si es una herramienta controlable al alcance de todos.

Nuestro deber es conservar vivas en el ser humano sus intuiciones espirituales (H. P. Blavatsky).
El tema de la intuición suscita mucho interés; encontramos numerosos libros destinados a la autoayuda que exhortan a confiar en las intuiciones y citan a personas de éxito que lo han hecho. Huelga decir que no se cita a personas que han confiado en sus intuiciones y han fracasado. Pero la intuición es un tema que sobrepasa el campo de la psicología o de la espiritualidad; algunos matemáticos y físicos han escrito acerca de sus descubrimientos y atestiguan que han dado soluciones a problemas difíciles siguiendo sus intuiciones, que sabían correctas antes de demostrarlas: Einstein con la relatividad, Kekulé y el descubrimiento del benceno…
La intuición tiene sus críticos. Algunos sostienen que se apela a la intuición cuando se desea evitar los esfuerzos que conlleva el pensamiento analítico, y que intuición significa pensamiento descuidado o pereza de pensar. Entonces, ¿de qué hablamos cuando decimos “intuición”? Hay muchas acepciones, he aquí algunas:

  • Instinto, el olfato de la cabeza, que nos avisa del peligro, parecido al que pueden tener los animales.
  • Sentir una idea, pensar con el corazón, relacionada con emociones, una conexión con las cosas o con las personas por la vía emocional.
  • Juzgar debido a los prejuicios culturales o ideológicos, sobre todo a las personas. Tiene una connotación negativa.
  • Pericia para resolver, necesita de previa información sobre el tema, es la inteligencia intuitiva, la capacidad de ver las cosas globalmente, desde otro punto de vista. Se reconoce como el trabajo subconsciente del hemisferio derecho.
  • Conocimiento directo sin intervención consciente de la razón, captar con claridad las leyes de la naturaleza. Una voz interior que sabe.

La palabra «intuición» viene del latín «intueri», que se traduce más o menos como «mirar hacia dentro» o «contemplar”: Ver la esencia de las cosas.
Una vez leí un planteamiento que me pareció interesante. Supongamos que sufrimos una serie de síntomas para los cuales los médicos no encuentran diagnóstico. Decidimos acudir a un prestigioso centro médico y allí nos plantean dos alternativas para diagnosticarnos. La primera consiste en introducir los signos de nuestra enfermedad en un potente ordenador cuyo software se basa en los últimos avances científicos. En el segundo caso, el diagnóstico debemos dejarlo en manos de un reconocido especialista con muchos años de experiencia. ¿Qué camino elegimos? Probablemente, la mayoría de nosotros preferiríamos confiar en el médico. Si nos examina un especialista de carne y hueso, su cerebro puede captar, aunque él no sea consciente de ello, signos sutiles que sean la clave para conducir a un diagnóstico certero.
¿Por qué preferimos la intuición al análisis? Los métodos analíticos implican simplificación, y por consiguiente, no pueden captar toda la riqueza del contexto del problema.

La mente: nuestra compañera
La mente nos acompaña a lo largo de toda la vida. En tanto no se somete al control de la conciencia y de la voluntad, genera problema tras problema, enturbia en lugar de esclarecer, desasosiega en lugar de tranquilizar.
Una de las historias más antiguas de la India dice:
Un discípulo acude a visitar a su maestro y le comunica:
–Voy a retirarme tres meses al bosque para estar en reflexión y meditación interior. ¿Qué tema puede ofrecerme?
–Piensa en todo lo que quieras menos en monos.
El discípulo piensa:
–¡Que fácil me lo ha puesto el maestro! ¡Anda que no hay cosas en que pensar!
Vuelve tres meses después y le dice al maestro:
–Estoy desesperado, no he podido hacer otra cosa que pensar en monos.
Así es la mente ordinaria. Unas veces comportándose como una loca, otras causando confusión, desde luego no es la mejor compañera, pero inevitablemente, inseparable.
Esta mente que encadena también libera. El psicólogo C. G. Jung definía cuatro funciones suyas: receptiva, racional, subconsciente, conciencia-intuición. Y estas son las formas de aprendizaje. Aprendemos por experiencia propia, por la experiencia de otros, y principalmente porque tenemos juicio y raciocinio. En la mayoría de la gente esta función es pobre y sometida a prejuicios.
Aunque parezca increíble, al conocer a una persona, la primera impresión solo tarda unos segundos en formarse, y de hecho, cometemos errores imperdonables. Cuando un desconocido, de entrada, nos cae bien o mal, suele deberse a que un rasgo físico, su forma de moverse o su forma de vestir la asociamos a otra persona. Nuestro cerebro conecta datos, y las predicciones pueden ser nefastas. Imaginemos una camarera que alardea de saber siempre quién le va a dar propina y que no pierde el tiempo con los clientes que presume que no le van a dejar ni un euro. Sus predicciones se cumplen porque realmente trata mejor a los que ella supone que le van a dejar propina. Es lo que se denomina una profecía autocumplida.
Uno de los modelos más comunes actualmente para explicar la mente es el modelo de los dos hemisferios. Por un lado, está la voz que dialoga ininterrumpidamente en nuestra cabeza: esa es exactamente la del hemisferio izquierdo. El pensamiento secuencial del hemisferio izquierdo es lento, ve un trozo pero le cuesta el conjunto; el que ve de forma holística es el hemisferio derecho, responsable de la creatividad.
El subconsciente es el lugar donde se almacenan y se cocinan ideas y sentimientos. ¿Cómo afectan las emociones al procesado de información? Una depresión altera la capacidad racional. Cuando pensamos y decidimos en medio de un enfado, cometemos errores: es el llamado secuestro emocional, por el que las personas se convierten en víctimas de sus propios arrebatos emocionales.
Pero es cierto que cuando los datos son abundantes o el problema complicado, lo mejor es dejar que, o bien el hemisferio derecho, o bien el subconsciente, nos dé una visión global del asunto. ¿No os ha ocurrido alguna vez que después de dar un paseo habéis encontrado la solución a un problema complejo que no podíais resolver? Muchas personas dicen que, si después de batallar con un problema durante cierto tiempo lo dejan de lado, se les ocurre una solución.
Entonces, ¿es más sabio el subconsciente? Hay que tener en cuenta que la perspicacia-intuición no es un fenómeno que se produzca con mucha regularidad. Si así fuera, nadie desperdiciaría el tiempo intentando solucionar problemas; nos limitaríamos a esperar que la solución apareciera en la conciencia. Entonces, ¿qué ocurre realmente? Para dar con la solución a problemas difíciles, se exige ver el problema desde una perspectiva diferente.
Un ejemplo de este llamado pensamiento lateral ocurrió durante las batallas de la Segunda Guerra Mundial. El alto mando norteamericano quiso reforzar sus aviones para protegerlos lo mejor posible de los impactos enemigos; para ello un experto aeronáutico examinó los aviones que regresaban de las batallas aéreas y contabilizó en qué partes presentaban más frecuentemente señales de impacto; luego, recomendó reforzar las que no aparecían dañadas.
Su consejo sonó desconcertante a los oficiales: ¿por qué reforzar lo que parecía menos vulnerable? El motivo es muy simple: muy lúcidamente, el experto dedujo que prácticamente ningún avión presentaba daños en esas partes porque los que habían sido impactados allí no regresaban.

Educar la intuición
Primero, hay que observar, decía Sherlock Holmes: Craso error es teorizar antes de disponer de los datos. Sin darse cuenta, uno empieza a retorcer los hechos para que se ajusten a las teorías, en vez de procurar que las teorías se ajusten a los hechos.
En segundo lugar, hay que evitar ser influenciado por la presión social. Se han hecho muchos estudios de campo; por ejemplo, dejar escuchar de forma casual una opinión errónea a una muestra de personas sobre la longitud de dos cuerdas, y al preguntarles uno a uno, a pesar de que su vista les decía lo contrario, más de un 50% respondió de forma errónea a la realidad pero de acuerdo a lo que habían escuchado. Tengamos en cuenta, si esto sucede con la longitud de una cuerda, ¿qué ocurrirá sobre la valía de una persona, la idoneidad de un proyecto…?
En tercer lugar, atrevernos a buscar pruebas que puedan desconfirmar nuestras intuiciones. Una ventaja y un potencial peligro del pensamiento intuitivo es la rapidez con la que se llega a las conclusiones, y va acompañado de una sensación de confianza. ¿Por qué no usamos habitualmente la desconfirmación? Porque no nos gusta el fracaso, tiene costes emocionales que no queremos asumir. Muchas conductas supersticiosas tienen esta base: he hecho algo que me ha funcionado, por ejemplo atarme la zapatilla derecha antes que la izquierda y ganar un partido, y a partir de ahí no compruebo si esa fue la causa del éxito o del fracaso porque es más fácil seguir atándomelas en ese orden ¡por si acaso!
Todos tenemos pasiones instintivas, razonamientos, sentimientos humanos y también intuiciones mentales e intuiciones espirituales, que quizás no provengan de información subconsciente: la eternidad, la inmortalidad, la causa del universo, Dios, el sentido de la vida… ¿Cómo descubrir si existen las intuiciones?
La intuición es propiedad del ser humano desde que existe la mente. No siempre está en funcionamiento activo porque la mente tiene unos aspectos en marcha, otros dormidos. La forma más concreta de la mente es el razonamiento; la más sutil, la intuición. La mente-intuición puede ir a unirse a las esencias de las cosas o las ideas, o puede atarse a la materia. ¿Qué es lo que ata a la intuición y la vuelve pesada, gris, poco intuitiva?

  • OFUSCACIÓN: es un engaño mental a uno mismo. Proviene del desorden, de la ignorancia, del fanatismo, de la falta de esfuerzo mental. Se vence con autovigilancia, con una reflexión consciente.
  • EMOCIONES NEGATIVAS: nuestras emociones son una importante fuente de datos. La toma de decisiones no está libre de su influencia y la intuición tampoco. No las podemos ignorar y hay que filtrar las que provocan acciones automáticas. Tienen dos aspectos:
    • Avidez: es una inclinación desmesurada hacia aquello que es agradable, un apego a sensaciones placenteras, provoca adicción, anhelo compulsivo y esclavitud. Crea necesidades ficticias y justificaciones falaces para seguir reteniendo las cosas y a las personas. Si no satisface sus apegos, la persona se puede tornar manipuladora, incluso cruel. Es lo que lleva a comerciar con armas, drogas y seres humanos. De ella nacen la envidia y los celos.
    • Aversión: es la otra cara. Es un sentimiento de rechazo a lo que no nos produce placer, provoca mal carácter, odio, incluso crueldad. La compasión es un gran antídoto, el identificarse con los infortunios de los demás.
  • PREOCUPACIÓN: pensar en lo que pudo ser y no ha sido, en lo que podría ser. La solución es ejercitarse en vivir aquí y ahora. Dicen los estoicos: Si tiene remedio no te preocupes, y si no tiene remedio, no te preocupes.

Si logramos liberarnos de estas ataduras, lograremos el dominio de los deseos, de los miedos, del egoísmo. Las intuiciones espirituales siempre están relacionadas con dificultades a vencer, con lo arduo pero bello al mismo tiempo. Enumero algunas de esas íntimas percepciones del alma –intuiciones espirituales– que se convierten en verdades que exceden a la razón:

  • Básica conquista de uno mismo; sabemos que es mejor la conquista de uno mismo que vencer en batalla mil veces a mil hombres.
  • Sentirse parte de la naturaleza. Actuar de manera natural en cada situación es fruto de la intuición, y es natural actuar con compromiso, el olvidado, pero maravilloso, fuerte compromiso, que nos ayuda cuando todo flaquea.
  • Sentirse encarnación de un ideal, ser ejemplo activo de nobleza, de bondad, de amabilidad, de fortaleza, de claridad de ideas… Ser nosotros lo que soñamos ver en el mundo.

De manera intuitiva, si nos elevamos, podemos saber cuáles son nuestros deberes esenciales. Más allá de todas las explicaciones racionales de normas de conducta, al capricho de la moda, el alma sabe lo que es bueno, bello y verdadero. Y una vez hemos tomado conciencia de esas intuiciones, como rayos fulgurantes tenemos que alumbrar la vida de las personas y el mundo.
La intuición es una moneda de dos caras. Por una parte, la intuición nace del cumplimiento del deber de ser humanos, pero por la otra, también tenemos el deber de conservar vivas estas intuiciones espirituales.

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