Historia — 1 de mayo de 2024 at 00:00

Jantipa, la mujer de Sócrates

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Jantipa

Se nos describe la sociedad griega clásica como una sociedad patriarcal y muy machista, en la que las mujeres estaban sometidas a sus maridos, sin derechos, sin vida pública, y sin más relevancia que la de ser madres de los ciudadanos.

En los Diálogos de Platón solo aparecen personajes masculinos como contertulios de Sócrates. Los nombres de cada diálogo se refieren, por lo general, al tema tratado y al principal oponente de Sócrates en el diálogo: Fedón, o del alma, Critias, o la Atlántida, Timeo, o de la Naturaleza, aunque algunos de los más importantes escapan a este esquema: Apología de Sócrates, El banquete, o del amor, La República, o de la justicia, Las leyes, o de la legislación… Sin embargo, podemos seguir a lo largo de estos diálogos el concepto que Platón y Sócrates tienen de las mujeres griegas, concepto que podemos contrastar con los textos de otro contemporáneo de ambos, Jenofonte (431-354 a. C.), también discípulo y biógrafo de Sócrates.

¿Cuáles son estas mujeres que vemos en los diálogos de Platón? Empezando por las más cercanas a Sócrates, tenemos a su madre, Fenareta, y a su esposa, Jantipa. Apenas son nombradas en un par de diálogos, pero es evidente su influencia en él. Y después tenemos a las que considera sus maestras: Aspasia de Mileto y Diotima de Mantinea. Y también sería importante analizar el papel de las mujeres en la utopía platónica de la República.

En este trabajo me voy a centrar en un personaje casi desconocido: Jantipa o Xantipa, la esposa de Sócrates.

 

Jantipa, la esposa de Sócrates

El rol de Jantipa es el que se considera el común para la mujer ateniense: ser esposa y madre. Ella misma no tiene la consideración de ciudadana: se le prohíbe acceder a las asambleas y a los juicios y no tiene derecho al voto. Sin embargo, solo se considerará ciudadanos a los hijos nacidos de una madre ateniense, por lo que tampoco se contempla su casamiento con extranjeros. Ella no puede elegir a su esposo: esta es decisión de su padre o familiar masculino más cercano. Y tampoco puede salir de su casa sin un acompañamiento masculino adecuado. Su educación, desde niña, está orientada al cuidado del hogar y de los hijos, y puede ser entregada en matrimonio a partir de los doce años (o su primera menstruación). Una vez casada, la mujer será la señora de la casa, en la que (si es lo suficientemente grande) podrá disponer del «gineceo», habitaciones exclusivas para ella, sus hijos y sus sirvientes femeninas. Y sus actividades se orientarán al cuidado del hogar, el tejido y confección de las ropas, engendrar hijos (futuros ciudadanos) e hijas, y educarlos hasta los siete años, enseñándoles a leer y escribir y a comportarse como se considera correcto según las costumbres. A partir de esa edad, los chicos pasan bajo la tutela del padre para ser instruidos en historia (a través del recitado de las obras de Homero) y en el entrenamiento para la lucha. Las niñas, por su parte, son instruidas en las labores del hogar y su administración.

Puesto que, por lo general, se casaba a las mujeres aún muy jóvenes, muchas veces su formación era completada no por su propia madre, sino por su suegra o su esposo. Así, si el marido tenía un negocio y necesitaba ayuda en su gestión, la mujer podía aprender las técnicas de administración empresarial adecuadas. También hay constancia de chicas que fueron instruidas más allá de lo necesario para el matrimonio por sus propios padres, ya fuera porque carecieran de hijos varones o porque apreciaran realmente las capacidades de las muchachas.

En este medio es en el que se desarrolla el papel de Jantipa, la esposa de Sócrates y madre de sus hijos.

 

Jantipa en los diálogos de Platón

Muy poco sabemos de la mujer de Sócrates. Apenas unos párrafos en los diálogos de Platón y en los de Jenofonte. ¿Quién era? ¿Cuáles son sus orígenes?

Al respecto, y teniendo en cuenta cómo se mantenían los nombres en las familias antiguas, me llama la atención que tanto el padre como el hijo primogénito de Pericles (nacido de su primera esposa) se llamaran Jantipo[1]. ¿Podría ser Jantipa, la esposa de Sócrates, hija de Pericles? Nadie ha planteado nunca este tema, pero, teniendo en cuenta la amistad entre el político y el filósofo, a mí me resulta muy llamativa esta coincidencia del nombre de la mujer del segundo con los de los familiares masculinos del primero. Es más, teniendo en cuenta la diferencia de edad entre Jantipa y Sócrates, podría ser hija, incluso, de Pericles y Aspasia.

Platón solo menciona su existencia en el Fedón, o del alma, diálogo en el que refiere las últimas horas de la vida de Sócrates antes de tomar la cicuta ordenada por los jueces.

FEDÓN.— Entramos, pues, y nos encontramos a Sócrates, que acababa de ser desencadenado, y a Jantipa (ya la conoces) con su hijo en brazos y sentada a su lado. Al vernos, Jantipa rompió a gritar y a decir cosas tales como las que acostumbran las mujeres. «¡Ay, Sócrates!, esta es la última vez que te dirigirán la palabra los amigos y tú se la dirigirás a ellos». Sócrates, entonces, lanzó una mirada a Critón y le dijo: «Critón, que se la lleve alguien a casa». Y a aquella se la llevaron, chillando y golpeándose el pecho, unos criados de Critón.

(…) Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus hijos (pues tenía dos pequeños y uno ya crecido), y llegaron también las mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y, después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las mujeres y los niños, y vino a reunirse con nosotros»[2].

Como vemos, Platón evita hacer ningún juicio acerca de la mujer de Sócrates. Solamente hace referencia a su emotividad y su dolor (muy naturales, por otra parte), y cómo Sócrates la pone en manos de su amigo Critón para evitarle más sufrimiento, y para liberarse de esas emociones que le impiden concentrarse en el paso que va a tener que dar.

Jantipa

 

Jantipa en los textos de Jenofonte

Jenofonte va a ser algo más explícito que Platón respecto a Jantipa, describiéndola como una mujer de muy mal carácter.

En El banquete de Jenofonte (muy parecido en cuanto a los temas de los que se habla al diálogo homónimo platónico, aunque con distintos contertulios y de menor profundidad), hay un momento en el que Sócrates comenta, maravillado de la agilidad y valentía de una bailarina que está amenizando el evento, que también las mujeres pueden aprender como los hombres:

—Tal y como esta joven nos demuestra —dijo Sócrates—, es evidente que la naturaleza femenina, en estas y en muchas otras cosas, no resulta ser inferior en nada a la masculina, a excepción de la inteligencia y la fuerza[3]. Así pues, si alguno de vosotros tiene mujer, que no dude en enseñarle lo que desea que ella conozca para aprovecharlo.

—Si así lo crees, Sócrates —replicó Antístenes—, ¿por qué no educas tú a Jantipa en vez de soportar a la peor mujer de todas las que existen y, diría yo, de todas las que existieron y existirán?

—Porque veo que los que desean ser jinetes no adquieren caballos tranquilos sino briosos: ellos saben que, si pueden domar a un caballo así, luego podrán montar fácilmente en cualquier otro caballo. Por eso yo, que deseo tener trato y conversar con todo el mundo, me casé con ella, ya que sabía que, si era capaz de aguantarla, podría luego fácilmente estar con cualquier otra persona[4].

Antístenes (el discípulo de Sócrates que después fundará la escuela moralista cínica) describe de manos de Jenofonte a la esposa de Sócrates como «la peor mujer de todas las que existen y existirán».

Podemos interpretar algunos aspectos interesantes de Jantipa en estos fragmentos.

Lo primero, que Jantipa era mucho más joven que Sócrates, puesto que de sus tres hijos «dos eran pequeños y uno ya crecido». El más pequeño de ellos está en brazos de Jantipa cuando los amigos de Sócrates llegan el último día a despedirse de él. Sócrates murió con setenta y un años; Jantipa, sin embargo, estaba aún en edad fértil, pero ya no era una niña, pues tenía un hijo «ya crecido». Si en el momento de la muerte de Sócrates rondaba los treinta a cuarenta años, era unos cuarenta años más joven que su esposo.

Lo segundo: si hubiese sido una mujer hermosa, se habría comentado de alguna manera. Tampoco debía de ser fea, pues, dada la apreciación por la belleza que continuamente se expresa tanto en los diálogos platónicos como en los de Jenofonte, y comentando tan abiertamente y sin pudor lo feo que era el propio Sócrates, también se habría descrito a Jantipa como una mujer fea, y no solo de mal carácter. Pero solo se hace referencia a su mal carácter, y en otros textos, a su tendencia a discutir a voces y gritar. Es una mujer rebelde y apasionada, y, al parecer, fácil de enfadar.

Pero Sócrates la eligió sabiendo cómo era, según su respuesta a Antístenes. Eligió a una muchacha joven, pero con carácter. Es más: la eligió porque pretendía «entrenarse» con ella para poder «fácilmente estar con cualquier otra persona». Puesto que lo que Sócrates hacía con «cualquier otra persona» era cuestionarle, poner a prueba sus conocimientos y hacer aflorar su sabiduría o su ignorancia a través de la mayéutica, lo más probable es que debatiera con su esposa de la misma manera que con los jóvenes con los que se encontraba en el ágora, acerca de la verdad, la belleza, el bien, la justicia.

No pretendo idealizar a Jantipa inventando cualidades de las que nada sabemos, pero sí podemos entender que, por mucho que lo más apreciado en las esposas por los atenienses (y la mayoría de los hombres a lo largo de la historia) sea que fueran dóciles y silenciosas, la verdad es que fueron siempre mujeres como las de siempre: algunas dóciles, otras rebeldes y otras manipuladoras.

Hay otro fragmento de Jenofonte, en su Recuerdos de Sócrates (Libro II), en el que Sócrates alaba a su esposa como una buena madre. Se trata de una reprimenda a su hijo mayor, Lamprocles, que estaba enfadado con ella[5]. El chico se queja del mal carácter de la mujer y de que le dice cosas que le duelen.

—¿Y tú, sabiendo perfectamente que lo que dice tu madre no solo lo dice sin mala intención sino incluso porque quiere que seas más feliz que nadie, encima te irritas? ¿O crees realmente que tu madre tiene malas intenciones hacia ti?

—No, por cierto, eso desde luego no lo creo.

Entonces dijo Sócrates:

—Y tú, de esa mujer que es buena contigo, que se preocupa todo lo que puede para que te pongas bien cuando estás enfermo y para que no te falte nada de lo que necesitas, que además suplica con insistencia a los dioses por tu bien y cumple las promesas que les hace por ti, ¿dices que tiene mal genio? Más bien creo que, si no puedes soportar a una madre así, es que no puedes soportar nada bueno.

Sócrates, con el mismo método que usaba con sus discípulos, hace reflexionar a su hijo sobre su actitud desagradecida con respecto a su madre, dibujando a una Jantipa sacrificada en su maternidad. Habla de ella con gran respeto y, además, enseña a su hijo sobre las leyes de Atenas, que castigan el comportamiento de los desagradecidos con sus progenitores. Por tanto, las mismas leyes que apartan a las madres de la vida pública, las protegen del abandono. Es lo mínimo, después de todo, puesto que tampoco les permiten heredar los bienes del marido en caso de viudedad, pero sí a los hijos, que tenían que honrarlas y mantenerlas.

 

El destino de Jantipa

¿Qué ocurrió con Jantipa y sus hijos tras la muerte de Sócrates? Este, precisamente, no era un hombre rico. Tan solo ocupado de la misión que entendió que le impuso el dios Apolo de hacer mejores a los atenienses, Sócrates tenía lo imprescindible para cubrir sus necesidades. Cabe pensar que esto sería una de las cosas que más enfurecerían a su irascible esposa, que tenía que alimentar y vestir a sus tres hijos. ¿Qué se dice a este respecto en los diálogos de Platón y de Jenofonte?

En el diálogo platónico Critón, o del deber, en el que Critón (quien, al parecer, era un hombre rico) se ofrece a sobornar a los vigilantes de Sócrates para ayudarle a huir, y en el que Sócrates le responde que no está dispuesto a desobedecer a las leyes aunque su aplicación haya sido injusta, uno de los argumentos que Critón presenta a su amigo para convencerlo es:

CRITÓN.— Además de eso, yo creo que también estás traicionando a tus propios hijos, a los cuales abandonarás con tu marcha, cuando está a tu alcance el llevar hasta su término su educación y crianza y, privados de tu ayuda, vivirán como buenamente puedan, y como es natural, les tocará en suerte el género de vida que suelen tener los huérfanos…

Como vemos, se preocupa por sus hijos, pero ¿y Jantipa? ¿Qué podría ocurrir con ella? Las leyes atenienses estipulaban que algún miembro masculino de la familia tendría que casarse con la viuda para protegerla, pero no parece haber ningún pariente de Sócrates. ¿Quedarían desamparados Jantipa y sus hijos tras la muerte de Sócrates? Ningún historiador ha podido responder qué pasó con ellos. Aristóteles comentó que ninguno de sus hijos destacó en nada. Y ya está.

Quizá la respuesta está al final de este diálogo cuando, para responder a Critón, Sócrates pone a las leyes como sus interlocutoras. Personificadas, las leyes recriminarían la actitud cobarde e indigna del que, tras defenderlas durante toda su vida, en el momento de dificultad las traiciona.

Ahora bien: ¿quieres tal vez vivir por tus hijos, para terminar su crianza e instruirlos? ¿Y qué? ¿Piensas llevarlos a Tesalia y educarlos allí, haciéndolos extranjeros? (…) Son tus amigos los que se cuidarán de ellos: ¿acaso lo harán solo en el caso de que vayas a Tesalia, y no si vas al Hades?…

Parece claro aquí que Sócrates confía sus hijos a sus amigos. A Critón, el primero, puesto que es quien le está ofreciendo ayuda. También vemos a este, en el Fedón, haciéndose cargo de Jantipa y los niños. ¿Se casaría posteriormente Jantipa? ¿Quizás con Critón? Imposible es saberlo.

 

Conclusión

Sabemos muy poco sobre la esposa de Sócrates.

No conocemos su origen y procedencia aunque, por su nombre y por su edad, podría haber sido hija de Pericles, o quizá una familiar más lejana.

De cómo era solo tenemos los comentarios de Jenofonte acerca de su fuerte carácter y su indocilidad, cosa que no parecía desgradar a Sócrates, sino más bien lo contrario.

Tampoco tenemos información acerca de su final. Sin embargo, podría haber sido protegida por Critón, el amigo de su marido, que le ofreció su ayuda en los momentos más duros del filósofo.

¿Quién fue Jantipa? ¿Fue un estorbo para el gran filósofo? ¿O quizás una inspiración? ¿Una discípula?

 

Bibliografía

Platón, Obras completas, traducción de María Araujo y otros. Aguilar Ediciones, 1988, Madrid.

Jenofonte, El banquete, traducción de Juan Zaragoza. Editorial Gredos, 1993, Madrid.

Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, traducción de Juan Zaragoza. Editorial Gredos, 1993, Madrid.

[1] Entre muchos buenos oradores que ella ha formado, hay uno incluso que es el primero en Grecia, Pericles, hijo de Jantipo (Menéxeno o de la oración fúnebre, Platón).

[2] Fedón, o del alma.

[3] Podría referirse esta expresión a que las mujeres son menos inteligentes y fuertes que los hombres, pero también cabe la interpretación de que, precisamente estas cualidades son innatas y no pueden aprenderse, tanto en hombres como en mujeres.

[4] El banquete, Jenofonte (capítulo 2: arranque de la conversación, qué se puede enseñar y aprender).

[5] Parece que la adolescencia tampoco la hemos inventado en nuestra época.

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